Aún cuando tengo la fortuna de salir al campo en estos difíciles tiempos de pandemia y recesión, llevaba sobre mis hombros la carga del exceso de trabajo, que me impedía salir de exploración y aventura: mi pasión. Cuánta falta me hacía deleitarme en trazar una nueva hoja de ruta con rumbo incierto, quizá hacia algún lugar no visitado hasta entonces. 

15 de marzo 2022

Ruta: Monte Ilaló – Mangahurco

DISFRUTAR DEL CAMINO

Por Pablo Guarderas Castro

Alias Palú. Piloto, expedicionario, explorador, montañista, rescatista, agricultor, naturalista.

Una nueva hoja de ruta

Aún cuando tengo la fortuna de salir al campo en estos difíciles tiempos de pandemia y recesión, llevaba sobre mis hombros la carga del exceso de trabajo, que me impedía salir de exploración y aventura: mi pasión. Cuánta falta me hacía deleitarme en trazar una nueva hoja de ruta con rumbo incierto, quizá hacia algún lugar no visitado hasta entonces. 

El clima en el monte Ilaló saturaba la tierra con lluvias y falta de luz solar, lo cual me impulsaba a orientarme hacia tierras calurosas, secas, para cambiar esa sensación de lo lluvioso que se repetía a diario.

Con el mapa desplegado sobre la mesa, armado de papel, lápiz, brújula y regla para medir distancias, empecé a elaborar los cálculos de asfaltados, tramos, tiempos, provincias, ciudades, caminos y carreteras de lo que sería una nueva ruta: desde el Ilaló a Mangahurco, al sur, en la frontera Ecuador-Perú.

Como conocía de sobra las rutas de la Sierra, el viaje sería por las carreteras de la Costa.

La velocidad promedio de viaje debe considerar: topografía, tráfico, tipos de camino, lugares de parada, camping y abastecimiento; kilometraje, recorrido. No es lo mismo viajar con niños, que solo entre adultos. Calcula siempre la velocidad promedio, así como la velocidad en movimiento y las paradas que es necesario hacer en cualquier viaje de estas características.

El destino

Nunca ha sido para mí un objetivo ni un fin el lugar de destino. Viajar es conocer, contemplar, aprender. No solo es compartir con quienes nos acompañan. Importa la gente, las costumbres, los mitos, la historia, la gastronomía, los olores, los paisajes, los sentimientos. Todo eso es inspirador.

Mi copilota

Las diferencias humanas, empezando por las de los compañeros que eliges para viajar (copilotos y tripulantes), son importantes en un viaje. Por eso es mejor, al principio, elegir destinos más cortos, para aprender desde el inicio. Estar juntos por horas y días en un vehículo requiere de paciencia, hace que te conozcas a ti mismo, te enfrenta con tus propios límites. ¡María fue una gran compañera de viaje!

Día uno

El primer día lo iniciamos sin prisa, desde el Ilaló a Ambato, por la vía que pasa por el occidente rumbo a Guaranda (no por la Panamericana Sur). Qué alegría esas grandes vistas del Carihuairazo, del Chimborazo. Campesinos, vicuñas, pantanales, pajonales se habían llenado de esplendor a nuestro paso. Superamos los cuatro mil metros de altura y, en un corto descenso, llegamos a San Pedro de Guaranda, capital de la provincia de Bolívar.

Un viajero debe considerar de antemano, en su hoja de ruta, lugares apropiados para llegar, en especial si hay amigos. Es importante considerar la seguridad en los sitios para acampar. Con María llegamos a Villa Escondida, con pequeñas y ordenadas cabañas, sumergidas en un inclinado y legendario jardín, en donde destaca el trino de muchos pájaros. La paz y la suma de paisajes pueden ser apreciados desde lo alto. Los tejados de esta romántica ciudad quedan ensartados entre las cúpulas de la iglesia y la nieve del Chimborazo. Visitamos la cafetería El Taller, un antiguo taller de carpintería que es a la vez cafetería y centro cultural. Si bien este punto estaba fijado solo de paso, recomiendo como destino para conocerlo con pausa. Es un lugar fascinante.

Con cada viaje se sigue aprendiendo a viajar

Al día siguiente descendimos por un escénico y serpenteante camino desde los 2668 msnm hasta Montalvo, en las planicies de la cordillera Occidental. El aire costanero nutrió nuestros pulmones. Contemplamos arrozales, bananeras, cacaoteras. Estábamos a 500 msnm. Interesantes reservas naturales nos daban paso, como objetivos de ruta para el futuro. Pasamos por Babahoyo, Milagro, El Triunfo, La Troncal y otras localidades, con miras a llegar a Arenillas, ciudad fronteriza con el Perú.

Sobreestimé la velocidad promedio y la distancia. Con cada viaje se sigue aprendiendo a viajar. La hoja de ruta no fue realizable. Hay que ser flexibles pues los destinos siempre estarán ahí, en cambio viajar es una oportunidad que vale vivirla a profundidad, sin apuros.

Necesitábamos descansar. Nos desviamos hacia Machala, capital de la provincia de El Oro, en donde había estado en otras ocasiones hacía ya muchos años. Recuerdo cuando fui con un gran amigo, compañero, piloto, navegante: José Luis Valdez, alias Osito, quien me ha invitado a escribir sobre mis viajes y que hoy lidera Toyota Go. Eran los inicios de las exploraciones y participábamos con él en un evento automovilístico de exhibición de la calidad de los vehículos Toyota Pura Tracción. 

El contraste de aquellas épocas con la actualidad era evidente. Ahora me hallaba en una metrópoli limpia, organizada, con servicios, con vialidad, desarrollo, pujanza y trabajo; con gente solícita, alegre, orgullosa de pertenecer a estas tierras. En Puerto Bolívar tomamos un reparador descanso.

Hacerle caso al instinto

La hoja de ruta nos guiaba a Puyango, entre las provincias de El Oro y Loja, al bosque de troncos petrificados que datan de las eras Paleozoica y Mesozoica, hace millones de años. El recorrido nos dejó absortos, conmovidos. Parecía que desde la antigüedad esos fósiles nos transmitían historias mitológicas. Nuestros pasos y respiración se armonizaron con ese lugar privilegiado en el mundo. Sin duda, un destino de alto valor.

Puyango es un área protegida bien conservada, con bonitos senderos y señalización. No es tan extensa por lo que aconsejo vivir con intensidad cada momento y por supuesto respetar el lugar con cada pisada, sin hacer ruido por la gran cantidad de aves que se puede observar y que se presentan cuando nuestro espíritu de inocencia se armoniza con la naturaleza.

El hechizo de Puyango nos guió hacia otras zonas boscosas, aunque fue triste constatar la quema de los bosques para reemplazarlos con maizales, lo cual amenaza con destruir la biodiversidad. Nos aventuramos hacia el sur. Cruzamos el río Puyango, ascendimos por el cerro Cochurco, desde donde constatamos la miserable degradación de la zona. 

Pudimos cruzar el río Puyango y acampar en un buen lugar. Sin embargo, erré en mi decisión por cumplir con un siguiente punto en la hoja de ruta, recomendado por un viajero y que quedaba hacia Pindal, en la provincia de Loja. Al parecer tendríamos garantizado un seguro lugar para acampar y como estaba en camino a Mangahurco, no le hice caso al instinto que me pedía quedarme en Puyango, y terminé decepcionado y molesto en medio del ruido y del cemento de un parque urbano.

Cuando en tu camino llegues a un sitio que te alucina, asienta tu campamento y disfruta.

El lugar perfecto para acampar

Nos dirigimos a Mangahurco para ver los florecidos guayacanes, que lastimosamente no los pudimos apreciar en todo su esplendor, porque su florecimiento se había dado semanas antes, pese a lo que informaban las redes sociales. Esto no quitó magnificencia al lugar. Todavía el amarillo de las flores se dejaba atrapar aquí o allá por nuestra vista. 

Al descender a este pueblo colonial, desde lo alto avisté una arboleda junto al seco río. Había sombra, playa, vados en donde bañarse. ¡Sería el lugar perfecto para acampar!

Mangahurco es un pueblo pintoresco. Se respira tranquilidad. Apenas llegamos entró una llamada por el celular. Casi no habíamos tenido señal en la ruta y ahora nos llamaba una persona a quien le gusta la buena cocina. “Coman chivo al hueco” nos aconsejó. Y como parte de ser un buen viajero es degustar los platos representativos de los distintos sitios, pedí un pequeño plato para probar. Mi compañera de viaje, María, es vegetariana y confieso que para mí el chivo no me agrada del todo, pero por cortesía dije que estaba delicioso. María, sin consultar, ordenó un plato entero. Después dijo que me había visto hambriento por tanto trajín del viaje, pero yo no alcancé a decir “no gracias”. Resultado: quedé balando por varias horas… Hasta hoy nos reímos con ese suceso. De ahí mi sugerencia: no confíes a otros lo que debas comer.

Extasiados y curiosos

Entrada la tarde, ubicamos el campamento en el hermoso río Cazaderos, sector Bahondo. Sorprendido al ver mi vehículo (“AveMaría”), rodando por la playa de piedra y arena, amablemente se acercó un campesino de nombre Antonio Córdova, con quien conversamos y con gran amabilidad nos ayudó a ubicarnos. Al anochecer volvió a aparecer acompañado con su esposa. Nos traían delicioso camarón de río con arroz, camote y agua de flores de Jamaica recién cosechadas. Un verdadero manjar. Junto a la fogata nos adormecimos. Las estrellas de la noche se mostraban en toda su magnitud. Por suerte ninguna luz humana pudo distraernos de ese espectáculo. Éramos como dos niños extasiados y curiosos.

Llega a donde te guste. Saluda y toma contacto con los lugareños. Interésate por conocerlos y de seguro recibirás a cambio esa característica afabilidad de los campesinos, quienes te indicarán los lugares más seguros para acampar.

Temprano en la mañana nos despertaron los pájaros. Nos volvimos a bañar en el río. La naturaleza impresionante nos atrapó en su regazo. Y luego de levantar el campamento continuamos ya fuera de la hoja de ruta, de aventura hacia el Balneario del Inca y el Parque Nacional Cazaderos. Lugares preciosos.

Retorno a casa

Llegamos de vuelta al Ilaló después de nueve días de recorrer 2100 kilómetros. Siento mucha gratitud. Agradezco la compañía de los ángeles de la guarda y el habernos cargado con tantas historias que se seguirán contando, y con las ganas de conocer otros lugares.

Destaco la manera de ser de la gente de estos lados del sur del país. En pocos lugares te extienden una sincera sonrisa con amistad, un estrechón de manos, una mirada de frente que genera esa confianza tan inusual, que en este viaje me ha maravillado.

El destino no es el objetivo. El disfrutar del camino lo haces tú.

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